El punto de partida de todo el proceso de análisis de riesgos es conocer el entorno externo e interno de una organización y es común que haya errores en este proceso. Los errores de análisis pueden tener su origen en diferentes causas:
falsas presunciones, escasez de tiempo, falta de consenso entre los analistas, disfunciones dentro de la organización, interpretaciones interesadas, entre otras.
Se trata de trampas en las que es relativamente fácil caer por las limitaciones que experimentamos al no conocer y comprender el entorno.
Un primer conjunto de errores puede estar relacionado con la evaluación de las evidencias. El analista recibe abundante información que a menudo contiene datos ambiguos y contradictorios. Por ello, hay que comprobar la validez de los argumentos y presunciones, sin dejarse engañar por falsas evidencias.
Algunos defectos que debemos evitar en ese sentido son:
· Atribuir valor estadístico a las anécdotas.
· Excesiva confianza con una muestra de datos reducida.
· Obviar el carácter poco seguro de algunas informaciones
· Dejarse influir por la impresión de evidencia desacreditada.
· Atribuir “Casualidad” a aparentes coherencias.
· Una muy importante, equiparar la magnitud del efecto a la de la causa.
El gestor de riesgos en el mundo actual. (gestor de riesgos 2.0)
El análisis de riesgos es el producto de aplicar herramientas obtenidas por diversas fuentes validadas, de manera que no es una mera transmisión de los datos debidamente ordenados, sino que precisa un tratamiento profesional basado en el profesionalismo, experiencia y la ética que debe estar en todo lo que hacemos y como actuamos.
En la actualidad, asistimos a un escenario en el que proliferan los analistas (financieros, económicos, políticos, sociales…) que, con frecuencia, se limitan a trasladar información con cierta valoración personal, basada en la intuición, en el conocimiento y en la experiencia, y con poca proyección hacia el futuro que descansa en la lógica y el pensamiento lineal.
En pleno siglo XXI se requieren profesionales de seguridad comprometidos con facilitar la toma de decisiones, muchas veces estratégicas, a la organización o al Estado al que sirven. Es aquí donde entra en acción el gestor de riesgos de última generación.
Esta nueva versión del gestor de riesgos hace referencia a su carácter activo –proactivo, inquieto intelectualmente, crítico, dispuesto a someterse a actualizaciones continuas y contrario al anclaje y al “es que siempre se ha hecho así”. Debe estar dispuesto a romper moldes e inercias, a enfrentarse, por qué no decirlo, a algunos analistas experimentados que se resisten al cambio, que niegan la profesionalidad y la eficacia de las nuevas generaciones y que, incluso, ven peligrar y cuestionarse sus procedimientos.
Si el mundo cambia y los riesgos son dinámicos, ¿por qué no cambiar nosotros los profesionales de seguridad para proyectarnos a los nuevos retos de hoy y del futuro?
Preparación, estudios y actualización son la clave del éxito.
Christian Bernard